
A la ingenua que fue, le vino bien tener una conversación (¿?) con él, cara a cara. Lo vio llegar pasados los tres meses desde la desconexión impensada en unas vacaciones prolongadas. Subía calle arriba, ligeramente agitado, su bronceado brillante destacaba entre las palideces de los que ya habían olvidado el veraneo.
Retrocedamos a un mes de Julio cuando ella marcaba el: 879 29 ++ ++
Pulse el nº 1: no puedo atenderle, estoy esquiando en la Patagonia.
Pulse el nº2: la menor de breves pechos me impide desplazarme hasta el teléfono.
Pulse el nº3: en estos momentos no tengo el menor recuerdo de usted ni de nuestra vida en común.
Pulse *: Operaria: imposible comunicarse con este número...¿por qué?, -naturalmente, no tenia ni idea-. Bip, bip, bip...
Atenta, ahora escuchaba la encendida defensa que él hacía de su confusión pasajera, de su incapacidad para pensar con claridad. Ella debería saber que: "cuando una persona se siente confundida, también presenta cierta dificultad para centrar la atención ya que se siente algo desorientada y debería tener en cuenta como la confusión interfiere en la capacidad para tomar decisiones justas".
Ni un asomo de que su verdad era el arte de mentir.
Con una huella de sonrisa Guerlain, sin perder la calma, y antes de dar la media vuelta definitiva le vino muy a gustito despacharse con un sintético: "píntate de verde, e imagínate que eres una pradera..al lado de una autopista" -si es que ni las más glamourosas pueden responder siempre con elegancia-
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