Ella se cree mi dueña, y yo, le sigo la corriente.
Damos un largo paseo todos los días, aunque no todo lo prolongado que ella quisiera, porque esa mujer, cuando sale de casa, nunca tiene prisa por volver.
Pero hay ciclos, -no sé qué problemas tendrá mi prójima-, que todo lo hace deprisa y corriendo. La correa con la que yo la paseo, está tensa todo el tiempo, y ella, puro nervio, tira de las riendas queriendo cruzar acelerada los semáforos en ámbar.
"Quieta!" -le digo-, y con expresión contrariada se pega obediente a mi lado esperando que el disco madure y el semáforo inteligente se convierta en verde brillante en cuarenta segundos. "Ya!", y cruzamos el paso peatonal como si le fuera la vida por llegar al otro lado.
La quiero porque es cariñosa, pero no me ciego en mi pasión de perra y reconozco que es bastante aburrida y primaria. No entiende el arte del callejeo, el deambular sin ton ni son no está hecho para ella. No, cuando pasea conmigo.
Concretando: tenemos distintos intereses, y paso a evidenciar nuestras diferencias.
Concretando: tenemos distintos intereses, y paso a evidenciar nuestras diferencias.
Cuando se aproxima un compañero, confraternizamos con unos cuantos olisqueos, lo habitual en estos casos, y ella -que ya he dicho que es buena pero simple-, se impacienta si nos entretenemos en la ceremonia -empeora el ambiente si el que se acerca es un desconocido-, entonces balbucea un sonido repetitivo: "quita, quita!"...interrumpiéndonos con un tirón seco el acto mutuo de reconocimiento de feromonas.
Por no hablar de la ignorancia total que posee sobre el placer de oler farolas. No sabe, no conoce, no detecta, las estelas que tienen imprimidas. No entiende de marcajes ni seguimientos.
En su desconocimiento sobre la especie -mi especie-, no percibe ni el sexo de mis camaradas, y vuelve a emitir el mismo sonido cuando se acercan nuevas figuras, correa en mano: "es perro o perra?, lo digo para no tener problemas".
Pero qué problemas?. Ella, es mi problema.
Por no hablar de la ignorancia total que posee sobre el placer de oler farolas. No sabe, no conoce, no detecta, las estelas que tienen imprimidas. No entiende de marcajes ni seguimientos.
En su desconocimiento sobre la especie -mi especie-, no percibe ni el sexo de mis camaradas, y vuelve a emitir el mismo sonido cuando se acercan nuevas figuras, correa en mano: "es perro o perra?, lo digo para no tener problemas".
Pero qué problemas?. Ella, es mi problema.
Si la dejo a su aire, su afición es detenerse frente a escaparates de colores, con la cara absorta se queda mirando...un cristal!, observa los precios, incluso se agacha para examinar los que quedan muy abajo, y vuelta a empezar diez pasos más allá. Cansina, su actividad me resulta muy cansina.
Sólo porque la quiero, no paso vergüenza ajena cuando en la práctica de esa actividad bobalicona se cruzan mis compañeros paseando a sus mascotas humanas.
Ella, la pobre, al fin y al cabo persona, es, en sí misma, mi dificultad, cuando juntas hacemos la ronda diaria.
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Un amor realzado por la presencia de un animal particular, de una máscota. Sólo porque la quiero, no paso vergüenza ajena cuando en la práctica de esa actividad bobalicona se cruzan mis compañeros paseando a sus mascotas humanas.
Ella, la pobre, al fin y al cabo persona, es, en sí misma, mi dificultad, cuando juntas hacemos la ronda diaria.
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