lunes, 24 de agosto de 2009

el tiempo que pasó, como una estrella fugaz...






















Cuando decimos: "el tiempo lo cura todo", hablamos por hablar, sin saber muy bien de qué hablamos.
El tiempo es una percepción, un invisible, una duración que no dispone de argumentos porque se niega a interactuar con nosotros. Es un mudo que avanza, un espacio que no se amiga ni resuelve, que no diagnostica, no elimina ni borra lo que ya no tiene remedio.
Menos cierto es lo afirman los optimistas "el tiempo transcurre a nuestro favor". El tiempo es neutral y no concede favores, no sufre ni padece, su avance natural es inclemente porque está programado como un corredor de fondo, su reto son las largas distancias. Y ese: "a nuestro favor", se reduce en volvernos más sabios a la par que envejecemos.
"Es cuestión de tiempo". Esa es una actitud razonable, es admitir que el tiempo, como el aire, es etéreo, sigiloso, necesario y que todo lo acaba poniendo en su sitio de manera natural.

Me he metido en ese jardín del tiempo, porque me han mandado unas fotos veraniegas . He descubierto que alrededor de los ojos, de la piel demasiado bronceada que los rodea, se han instalado unas patitas de gallo, unas perfectas desconocidas hasta el día de hoy y por la manera que se han afianzado me temo que han decidido quedarse.
Buscando el culpable de las estrenadas líneas de expresión -arrugas-, después de descartar el bronceador -quizás debí comprarme uno más caro- o la excesiva exposición de horas solares, todo se ha vuelto muy sencillo: se trata del maldito tiempo haciendo de las suyas, y he dado un nuevo sentido a la letra de una canción hasta hoy anodina: "el tiempo que pasó como una estrella fugaz..."

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martes, 4 de agosto de 2009

viajero...


















Como un artista circense se aseguró un pie en tierra firme, mientras el otro viajaba por otros continentes.
Equilibrista acrobático del más dificil todavía, en su huída hacia adelante consiguió hacer el equilibrio invertido, consistente en desplazar su cuerpo a las antípodas y mantener la mente en el punto de partida para no conocer la melancolía al encontrarse en lugares extraños.

La sensación de soledad que lo acompañaba en el presente, estaba involucrada en el pasado, en su memória, y en un deseo de olvidar sin olvido.

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