A la niña de las trenzas rubias lo que más le gustaba de la Navidad era el proceso que precedía a las fiestas.
Todo lo demás, todo lo que acontecía en los días de la liturgia señalados, era cosa de los mayores: la irrupción en la casa de familiares besucones que no recordaba, comidas abundantes, conversaciones que no entendía, regalos repetidos y guardar la compostura en la mesa -sólo al principio de las comidas, cuando llegaban a los postres y el clan subía el tono enfrascado en debates imposibles, le apetecía deslizarse bajo la mesa junto a su hermano y sus dos primos, y lo que más le gustaba, lo que la mataba de risa, era desabrochar los cordones de los zapatos de sus tíos-.
Pero antes, venía el proceso que precedía a las fiestas.
El pesebre tenía que estar listo el 8 de Diciembre.
Lo quería decir que el día 5, o el 6 como máximo, era la fecha escogida para adentrarse en el trastero semioscuro lleno de tesoros brillantes que no le dejaban tocar -vas a ensuciarte!-, cruzarlo, tan largo en metros cuadrados como toda la casa, hasta llegar a las estanterías torcidas ubicadas debajo de la ventana, donde unas cajas metálicas contenían las figuras artesanales del Belén -cuidado, cuidado!- guardadas en papel de seda.
Como siempre había alguna que se rompía y había que restituirla, eso se traducía en que había que "bajar" a comprarlas a la feria de artesanos de Santa Lucía, y ya, puestos en la tarea, hacer nuevas adquisiciones.
Según su criterio, se entretenían demasiado en las puestos del mercadillo buscando las figuras adecuadas, tardaban demasiado en llegar al apartado de lo que más deseaba, lo que dejaban para el final por el simple hecho que tenían que acarrearlo: la compra del ArBoL, el fantástico árbol, el oloroso árbol recordado durante todo el año -para se exactos, lo excluia de su pensamiento los meses de las vacaciones veraniegas-
El pesebre era clásico -como tienen que ser los pesebres-.
Era abundante en ríos -espejos imitando a la naturaleza,- ángeles, pastores, ovejas, hilanderas,"caganer", los Reyes"Majos", anunciata y familia feliz en el establo. Todo el ambiente circundado de musgo -auténtico, recogido del monte-, paja y falsas montañas de corcho.
Cada año le ampliaban horizontes al suburbio de la ciudad de Belén, el único impedimento para la expansión total -reconocía su atribulada madre- eran los límites de la mesa.
Pero lo que de verdad la ponía nerviosa, lo que esperaba con impaciencia era la instalación del ArBoL en forma de agujas.
Su padre, cabal, buscaba el emplazamiento cerca de donde hubiera un enchufe.
La dejaban participar en la colocación de guirnaldas y luces intermitentes, que ejercían en ella una fascinación hipnótica.
Se sentía como la niña de aquel libro de cuentos sueco -de allí arriba, de Suecia-
De noche, cuando todos dormían, se levantaba para verlo iluminado en todo su esplendor. Se acercaba a las bolas de adorno blancas y rojas que le devolvían la imagen deformada -lejos, cerca, lejos, cerca- y le parecían más grandes y misteriosas en la habitación oscura.
Su gato Felipe sentía la misma atraccción que ella por el ArBoL y durante las fiestas ya no dormía a los pies de su cama, la abandonaba, egoísta, se instalaba día y noche en el sillón orejero, frente al abeto.
Lo veía transmutarse bajo el parpadeo de las bombillas en azul, en rojo, en amarillo y verde.
La niña de las trenzas rubias lo miraba añorándolo, mientras él ronroneaba -roncaba-, feliz, soñando en su sueño, que era un temible felino durmiendo bajo un árbol en el fondo de una naturaleza más que salvaje.
Discover
.
24 comentarios:
Lo has descrito tal como lo recuerdo.
Que tiempos aquellos, cuánta ilusión, cuánta alegría y cuántos nervios.
No tendría que haber crecido jamás.
Besos.
¡Ay la "ascarxofeta" de trenzas doradas! Has conectado con nuestra memoria colectiva. Molt maco.
besos
Tenemos que pedirle a los Reyes que nos traigan unas Navidades como aquellas.
Què t'he de dir...
Como a los demás; me has llevado hacia atrás, atrás, atrás...con nostalgia de la buena.
Un petó.
Uh, qué bonita descripción!
Me ha encantado!!!
Pena enorme cómo se pierden esas cosas con el tiempo..
Un besoo
Yo sigo siendo ella.
:)
Deliciosa y evocadora historia. De esas que te reconcilian con la Navidad.
Cuando mis mellizos eran pequeños, a pesar de no ser religiosos, hacíamos un pesebre como el de esta niña de trenzas doradas, con musgo de verdad y lagos de espejo y los reyes avanzando junto algún airgamboy que se apuntaba a la escena...
el árbol venía más tarde también, ay el arbol con olor a bosque... y las luces parpadeando en la oscuridad...
Besitos con añoranza, Gwynwtte
Hola!
Sutilmente bello tu relato acerca de vivencias que se han ido perdiendo con el tiempo, como la de las navidades antiguas.
Un beso grande!
La magia del color con el contraste obscuro de las noches, es una atracción perfecta.
Besitos
ay entiendo a esa nena de las trenzas...A mí llegando los días previos a la navidad me gustaba el olor de los pestiños, preparar la masa con mi madre, el olor de la matalauva, las luces del árbol, los villancicos sonando, los brillos, la inocencia...ayyyyyyyyyyyyy
El árbol...pues es lo mejor de estas fechas...su luz, su colorido...y el resto, no importa!
Petonets
Gwynette querida: lo que a mí más me gusta también es El árbol, y me sigue pareciendo mágico, igual que a la pequeña y al gato, cuando por las noches ilumina todo de colores. La sonrisa me durará por varios días... besísimos.
Hermoso recuerdo: me hiciste viajar a muchos años de distancia y no sabes cuánto te agradezco: no habría dinero para pagar el billete. Abrazos.
Te digo...
Long time ago... ¿and now?
Todo ha cambiado.
Besos
_____
_____
Me gusta el arbolillo de colores de sus letras... Yo sigo siendo esa niña de trenzas -morenas- de nombre Vaudeville y luces en el belén, creyente en los Reyes Magos y en la ilusión nunca-jamás perdida. Besotes!
Yo montaré ente fin de semana el belén (curioso en alguien profundamente ateo) y el arbol junto a mis niños y casi disfrutaré yo mas que ellos.
Un abrazo desde el tumulo prenavideño y nevado
esa era mi infancia gracias por traermela
Que bonita historia, que reproduce fielmente, los pensamientos de muchos. Los dias que acontecen antes de los "días claves" son los que mejor refleja, los supuestos valores que se quieren transmitir con estas fechas. La ilusion se palpa en el ambiente, en los ojos y nervios de los niños que ven como poco a poco su entorno se torna de color, magia y alegria. Lastima que luego llegue los "dias claves" y para ellos se conviertan en un momento mas que como bien explicas, se traduce en charlas inconexas, debates absurdos, comidas exageradas y buenas maneras. Aunque lo hayas expresado en la persona de un niño, muchos adultos pensamos lo mismo. Besos.
Me encantan las tradiciones navideñas, el árbol, el pesebre, las comidas... de niña disfrutaba viendo todo, ahora soy quién se encarga de todo y aún disfruto de cada una de esas cosas.
Gracias por ese relato que nos devolvió a la infancia.
Saludos.
Recién descubro tu blog que tiene un clima que es difícil de encontrar por estos lados.
Por ahí es tarde o descolgado...pero al deshojar la alcachofa,el alcaucil por éstos pagos argentinos, nos encontramos con el corazón, casi en carne viva.
Un beso!
Qué preciosos recuerdos!!!
Y sabés que entre mis amigos hay un gato FELIPE? Seguramente debe mirar el árbol y tener ese sueño que vos contás...
Besotes de colores.
He leído tu relato, maravilloso.
Coincidimos de alguna manera en la manera de recordar "nuestra navidades pasadas" He escrito un post que se aproxima mucho al tuyo.
Si tienes ganas da un paseo por mi blog y te encontarás con : Cuéntame abuela,y otro, Mensaje navideño, y apreciarás mis mensajes para éstas fiestas. Cariños y felices fiestas.
La de tiempo que hace que no voy a recoger musgo. Comparto muchos de esos recuerdos, Gwy.
Por cierto, yo también tengo días en que querría ser un temible felino...
Un beso.
Publicar un comentario