Marlango no es Leonor Watling que canta, pero Marlango sin Leonor Watling no sería lo mismo. Su personalidad, su voz, y esa mezcla de timidez, lejanía y magnetismo que transmite desde el escenario hipnotizan al público desde el primer momento. Parecería que Leonor está hecha para ser mirada, si no fuera por esa voz grave que se cuela por todos los rincones de la sala y que hace grandes las pequeñas canciones de Marlango. Pequeñas porque son como retazos de la intimidad del grupo, delicadas y frágiles.
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