el pequeño Adrián...

Oyó cercana la música que se colaba aviesamente en su habitación oscura. Calor húmedo de Agosto y el sueño que le rondaba pero no lo vencía. Miró el reloj, las 2 pasadas. Siguiendo el rastro de la música, se acercó a la ventana y vió en el jardín mal llamado comunitario una orquestina con una vocalista entrada en carnes y voz aterciopelada entonando: "Song Sung Blue..". Se apoyó cautelosamente entre los geranios en flor y miró con envidia a las parejas danzantes. Ellas, morenas y escotadas. Ellos, algo sudorosos, morenos vacacionales. El olor a jazmín inundaba la improvisada pista y pequeños arbustos alineados conformaban un pequeño set. En la piscina chapoteban piernas desnudas. El dulzor vigoroso del jazmín invadió sus sentidos y un suave cosquilleo le nació donde nunca antes había sentido nada. Su incipiente bigote se perló de gotas de sudor y sus manos asidas a la baranda humedecieron el hierro troquelado.
Aspiró el ambiente pesado. Renunció a los escotes imposibles. Sus ojos se giraron noventa grados en dirección a su amplia y oscura habitación, se tendió en su tibia cama y sin saber porque motivo, Adrián lloró.